• Marissa Bode aporta una profundidad psicológica inédita a Nessarose en Wicked: For Good, transformando un personaje tradicionalmente plano en un complejo estudio sobre el poder y la soledad.
• Su interpretación recuerda a los grandes estudios de carácter del Hollywood clásico, donde directores como Welles o Wilder sabían retratar la corrupción moral con matices extraordinarios.
• La autenticidad en el casting no solo corrige injusticias históricas, sino que enriquece la narrativa de formas que el cine contemporáneo raramente consigue.
El cine musical atraviesa uno de sus momentos más interesantes en décadas, y la adaptación de Wicked promete ser algo más que espectáculo. La pregunta que surge es inevitable: ¿puede una secuela cinematográfica profundizar en personajes que el teatro apenas tuvo tiempo de desarrollar?
La respuesta parece encontrarse en el trabajo de Marissa Bode, quien aborda a Nessarose con una consciencia artística que trasciende el entretenimiento. Su aproximación sugiere una reexaminación completa de arquetipos que hemos aceptado durante décadas.
El poder como refugio de la vulnerabilidad
Tras la partida de Elphaba, Nessarose se convierte en gobernadora de Munchkinland. Es el tipo de personaje que Orson Welles habría retratado con toda su ambigüedad moral: alguien cuyo poder nace de la vulnerabilidad, no de la fortaleza.
Bode comprende esta dualidad cuando explica que Nessa «está muy sola y simplemente quiere aferrarse a la bondad que hay en su vida». No estamos ante una villana convencional, sino ante un estudio sobre cómo la soledad corrompe las intenciones más nobles.
Esta comprensión del personaje recuerda a los mejores momentos del cine clásico, cuando los directores sabían que los verdaderos conflictos nacen de contradicciones internas, no de maldades superficiales.
La autenticidad como herramienta narrativa
La decisión de casting resulta especialmente significativa. Bode se convierte en la primera intérprete usuaria auténtica de silla de ruedas en encarnar a Nessarose.
Esta elección trasciende lo político para adentrarse en territorio artístico genuino. Recuerda a aquellos momentos históricos donde la autenticidad no solo corrigió injusticias, sino que enriqueció la narrativa de formas imprevistas.
La modificación del arco narrativo para abordar estereotipos capacitistas demuestra una madurez creativa encomiable. El cine, en su mejor expresión, siempre ha sido un medio de reexaminación cultural.
El conflicto central: amor y desesperación
La relación entre Nessa y Boq ofrece uno de esos momentos dramáticos que el cine sabe explotar magistralmente. Cuando Nessa intenta usar magia para forzar el amor de Boq, nos encontramos ante un dilema que habría fascinado a Billy Wilder.
¿Hasta dónde puede llegar alguien en su desesperación por no estar solo? Es precisamente este tipo de pregunta lo que separa el entretenimiento superficial del arte cinematográfico genuino.
La posterior intervención de Elphaba, transformando a Boq en el Hombre de Hojalata, completa una secuencia que funciona como espectáculo y reflexión sobre las consecuencias imprevistas de nuestras acciones.
La tiranía como mecanismo defensivo
Particularmente reveladora resulta la decisión de Nessa de prohibir a los Munchkins abandonar sus dominios. Esta medida adquiere matices complejos cuando Bode explica que «Nessa parece como si no le importase, pero creo que eso es solo una fachada».
Su tiranía no nace de maldad inherente, sino del miedo al abandono. Es un mecanismo de defensa que la convierte en aquello que más teme.
Esta paradoja psicológica ofrece material dramático de primera calidad. El tipo de contradicción interna que los grandes directores del pasado sabían explotar con maestría.
Vivir a la sombra de una leyenda
La relación entre las hermanas proporciona el núcleo emocional más potente. Vivir a la sombra de alguien destinado a convertirse en leyenda genera una dinámica que el cine ha explorado desde sus inicios.
Bode entiende que Nessa no es simplemente «la hermana de Elphaba», sino un individuo completo cuyas decisiones, por cuestionables que sean, nacen de motivaciones comprensibles y profundamente humanas.
Esta comprensión recuerda a los mejores estudios de carácter del cine clásico, donde cada personaje tenía motivaciones claras y contradicciones creíbles.
Un estudio de carácter en el cine musical contemporáneo
La aproximación de Bode sugiere que Wicked: For Good podría trascender las limitaciones habituales del cine musical actual. Su comprensión de las motivaciones de Nessa contextualiza sus acciones sin justificarlas.
En una época donde el cine tiende a simplificar conflictos morales, resulta reconfortante encontrar una interpretación que abraza la complejidad. Si Bode logra trasladar a pantalla la profundidad que demuestra comprender, estaremos ante algo excepcional.
El cine, cuando se toma en serio a sí mismo, siempre ha tenido esa capacidad transformadora. Y en este caso, parece que estamos ante una de esas raras ocasiones donde una secuela no solo expande el universo narrativo, sino que lo enriquece artísticamente.

