• Edgar Wright adapta «The Running Man» de Stephen King con Glen Powell, comparándolo estructuralmente con épicas como «Braveheart» y «Gladiator»
• La película explora la deshumanización mediática a través de un reality show mortal donde sobrevivir 30 días vale mil millones de dólares
• Wright utiliza «Network» como referencia tonal para examinar cómo las cadenas harían cualquier cosa por audiencia
Hay algo fascinante en cómo la ciencia ficción distópica funciona como un espejo deformante de nuestro presente. Cuando Stephen King escribió «The Running Man» bajo el seudónimo de Richard Bachman, estaba explorando los límites de hasta dónde podría llegar una sociedad obsesionada con el espectáculo y la supervivencia económica.
Ahora, décadas después, Edgar Wright se prepara para revisitar esta pesadilla televisiva con Glen Powell como protagonista. Las comparaciones que hace el actor con «Braveheart» y «Gladiator» revelan algo profundo sobre la naturaleza de esta nueva adaptación.
No estamos ante otro remake más. Estamos ante una reflexión sobre qué significa ser humano cuando el entretenimiento se convierte en una cuestión de vida o muerte. En una época donde los reality shows dominan nuestras pantallas y las redes sociales han convertido nuestras vidas en espectáculos constantes, quizás nunca haya sido más relevante preguntarnos: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar por dinero y fama?
Una nueva mirada a la supervivencia como espectáculo
Glen Powell ha compartido detalles reveladores sobre esta nueva versión de «The Running Man». Sus palabras sugieren que Edgar Wright no está interesado en replicar la película de acción de 1987 con Arnold Schwarzenegger. En su lugar, parece estar construyendo algo más cercano a una tragedia épica.
«La estructura de la película es más como Braveheart y Gladiator», explica Powell. «Están casi encontrando humanidad en lo inhumano». Esta comparación es fascinante porque sugiere que Wright entiende algo fundamental: las mejores distopías no son sobre la tecnología o la violencia, sino sobre cómo las circunstancias extremas revelan quiénes somos realmente.
Ben Richards, el personaje de Powell, es un padre sin trabajo que se ve obligado a participar en «The Running Man», un reality show donde los concursantes deben sobrevivir 30 días siendo cazados por un equipo de «Hunters». El premio: mil millones de dólares. La motivación: conseguir medicina para su hija enferma.
La desesperación como motor narrativo
Hay algo profundamente perturbador en esta premisa que va más allá del simple thriller de supervivencia. Estamos ante un padre que debe literalmente apostar su vida por la salud de su hija, convirtiendo el amor paternal en entretenimiento para las masas.
Wright parece entender que el verdadero horror no está en los «Hunters» o en la violencia del juego, sino en el sistema que hace que esta elección sea necesaria. Es una crítica feroz a una sociedad donde la supervivencia económica puede empujar a las personas a los extremos más desesperados.
La referencia a «Network» que menciona Powell es especialmente reveladora. Sidney Lumet exploró en esa película cómo la televisión puede deshumanizar a las personas en nombre de la audiencia, y parece que Wright está siguiendo esa línea temática.
El espejo de nuestro presente
Lo que hace que esta adaptación sea particularmente relevante es cómo refleja nuestro momento actual. Vivimos en una era donde los reality shows han normalizado la humillación pública como entretenimiento, donde las redes sociales han convertido nuestras vidas privadas en contenido consumible.
Powell habla de «la deshumanización de la vida humana y cómo una cadena haría cualquier cosa por audiencia». No es difícil ver paralelos con nuestro panorama mediático actual, donde el drama personal se monetiza y la privacidad se sacrifica en el altar del engagement.
Wright, conocido por su meticulosa atención al detalle y su capacidad para encontrar profundidad emocional en géneros aparentemente superficiales, parece la elección perfecta para explorar estas ideas.
Más allá del espectáculo
La comparación con «Gladiator» es particularmente intrigante porque esa película funcionaba en múltiples niveles: como espectáculo, como drama personal y como comentario sobre el poder y la corrupción. Si Wright logra ese equilibrio, podríamos estar ante algo especial.
La clave estará en mantener el foco en la humanidad de Ben Richards mientras navega por este sistema deshumanizante. El mejor cine de ciencia ficción distópica no se regodea en la desesperanza, sino que encuentra destellos de dignidad humana en las circunstancias más extremas.
Con estreno previsto para el 14 de noviembre, «The Running Man» de Wright promete ser más que una simple película de acción. Parece ser una reflexión sobre qué estamos dispuestos a sacrificar por supervivencia, y qué dice eso sobre nosotros como sociedad.
En un mundo donde la línea entre entretenimiento y explotación se difumina cada día más, quizás necesitemos que Ben Richards nos recuerde qué significa mantener nuestra humanidad cuando todo el sistema conspira para arrebatárnosla.
Wright nos invita a pausar y reflexionar, como hicimos con «Arrival» o «Her», sobre las implicaciones más profundas de lo que estamos viendo. Y en una época donde el entretenimiento se ha vuelto cada vez más extremo y voyeurista, esa pausa para la reflexión podría ser exactamente lo que necesitamos.

