• Trachtenberg concibió originalmente una película de Predator ambientada en la Segunda Guerra Mundial antes de desarrollar Predator: Badlands.
• El director busca crear una narrativa donde el Predator sea finalmente victorioso, rompiendo con la tradición de verle siempre derrotado.
• Predator: Badlands representa un cambio radical al centrar al Yautja como protagonista principal de la historia.
Hay algo fascinante en la idea de invertir los roles, de convertir al cazador en protagonista y al humano en presa. Es una reflexión que va más allá del simple entretenimiento: ¿qué ocurre cuando la narrativa tradicional se tambalea y quien solía ser el antagonista se convierte en el centro moral de la historia?
Dan Trachtenberg, el visionario detrás de Prey, parece haber encontrado en esta pregunta el núcleo de su próximo proyecto. Antes de que Predator: Badlands tomase forma, el director exploró territorios aún más provocadores: un Yautja cazando nazis en la Segunda Guerra Mundial.
La idea no es sólo un ejercicio de nostalgia bélica, sino una exploración profunda sobre la justicia, la supervivencia y quién merece realmente nuestra empatía cuando las líneas morales se difuminan en el campo de batalla.
El cazador que siempre pierde
Durante décadas, hemos visto al Predator como una fuerza imparable que, paradójicamente, siempre acaba siendo derrotada. Trachtenberg se hizo una pregunta que muchos fans llevábamos años formulándonos: «¿Por qué el Predator siempre acaba recibiendo una paliza? Se supone que es el mejor cazador de la galaxia y siempre le vemos perder».
Esta reflexión no es meramente técnica. Habla de algo más profundo sobre nuestras expectativas narrativas y cómo el cine de ciencia ficción ha condicionado nuestra percepción del «otro».
El Predator, ese cazador intergaláctico con su código de honor, se había convertido en una víctima de su propio éxito cinematográfico. Como cuando pausé Arrival para apuntar esa frase sobre el lenguaje que cambia la percepción del tiempo, aquí me encuentro reflexionando sobre cómo nuestras convenciones narrativas limitan nuestra comprensión de personajes complejos.
La respuesta de Trachtenberg fue elegante: «Intenté imaginar una historia que abrazase la idea de ‘¿Y si el Predator gana?’ Pero no quería hacer simplemente una película de terror donde el malo triunfa al final».
Nazis como presa perfecta
El concepto original de la Segunda Guerra Mundial no era casual. Los nazis representan uno de los pocos grupos humanos que el público moderno puede ver cazados sin conflicto moral. Es una elección narrativa brillante que elimina la ambigüedad ética tradicional de la franquicia.
Imagínate la escena: soldados de la Wehrmacht siendo acechados en los bosques europeos por una criatura que opera según un código de honor que ellos han abandonado hace tiempo. El Predator se convierte, casi por accidente, en un agente de justicia cósmica.
Esta inversión moral hubiera permitido explorar temas fascinantes sobre la guerra, el honor y la supervivencia. ¿Puede un cazador alienígena ser más «humano» que los propios humanos? Es el tipo de pregunta que me hubiera tenido días pensando, como me pasó con Her.
La evolución hacia Badlands
Aunque el concepto de la Segunda Guerra Mundial quedó en el tintero, su esencia pervive en Predator: Badlands. Trachtenberg ha logrado algo revolucionario: convertir al Yautja en el protagonista principal de su propia historia.
Este cambio de perspectiva es más radical de lo que parece. Estamos acostumbrados a ver al Predator a través de ojos humanos, como una amenaza externa. Pero ¿qué ocurre cuando la cámara adopta su punto de vista?
¿Cómo cambia nuestra percepción cuando entendemos sus motivaciones, sus rituales, su forma de ver el universo? Es una apuesta arriesgada que recuerda a experimentos narrativos como Her o Arrival, donde la verdadera revolución no está en los efectos especiales, sino en cómo nos obligan a replantearnos nuestras asunciones básicas.
Construyendo un universo
Trachtenberg parece entender algo que muchos estudios olvidan: la paciencia. En lugar de lanzarse a crear un universo cinematográfico de la noche a la mañana, prefiere construir cimientos sólidos, historia a historia.
Su enfoque recuerda a los primeros días del Universo Cinematográfico de Marvel, cuando cada película tenía que funcionar por sí sola antes de pensar en conexiones mayores. Es una filosofía que respeta tanto a los personajes como a la audiencia.
El director está creando algo más que entretenimiento; está construyendo una mitología moderna donde las preguntas sobre la naturaleza humana se exploran a través de la lente de la ciencia ficción.
La idea de un Predator cazando nazis sigue ahí, esperando el momento adecuado para materializarse. Y quizás sea mejor así. Algunas ideas necesitan tiempo para madurar, para encontrar el contexto perfecto donde puedan florecer sin restricciones.
Trachtenberg parece entender que construir un universo cinematográfico duradero requiere la misma paciencia que un cazador esperando a su presa.
Mientras tanto, Predator: Badlands promete ser el experimento que la franquicia necesitaba: una historia que nos obligue a ver con otros ojos a una criatura que creíamos conocer.
Porque al final, las mejores películas de ciencia ficción no son las que nos muestran monstruos, sino las que nos ayudan a entender qué nos hace monstruosos a nosotros.

