¿Sacrilegio o obra maestra? Del Toro rompe el mito Frankenstein

Guillermo del Toro entrega un Frankenstein emocional y gótico sobre paternidad y abandono. Oscar Isaac y Jacob Elordi brillan, alejándose del horror convencional y generando debate.

✍🏻 Por Tomas Velarde

noviembre 7, 2025

• Guillermo del Toro presenta una reinterpretación profundamente emocional del clásico de Mary Shelley, alejándose de los arquetipos tradicionales del género de terror.

• La película trasciende el horror convencional para convertirse en una meditación sobre la paternidad, el abandono y la necesidad humana de conexión.

• Oscar Isaac y Jacob Elordi ofrecen interpretaciones magistrales que humanizan tanto al creador como a la criatura en esta obra gótica contemporánea.

En el panorama cinematográfico actual, saturado de remakes vacíos y adaptaciones sin alma, surge una obra que nos recuerda por qué ciertos relatos perduran a través de los siglos.

Guillermo del Toro, ese artesano mexicano que ha sabido conjugar como pocos la belleza y el horror, regresa con una nueva visión de Frankenstein que promete redefinir nuestra comprensión del mito fundacional de Mary Shelley.

No se trata de una mera actualización tecnológica de la historia, sino de una exploración profunda de los abismos del alma humana. En mis años escribiendo sobre cine, pocas veces he visto un director abordar un clásico con semejante respeto y audacia a la vez.

Cuando un cineasta de la talla de Del Toro —heredero espiritual de los grandes maestros del cine fantástico como James Whale o F.W. Murnau— decide abordar un clásico de semejante envergadura, el resultado trasciende las expectativas del género.

Esta no es la criatura de Boris Karloff ni el Victor Frankenstein que hemos visto en incontables adaptaciones. Es una obra que se atreve a preguntarse qué significa verdaderamente crear vida y, más importante aún, qué responsabilidad conlleva ese acto de creación divina.

Una Visión Renovada del Mito Clásico

La propuesta de Del Toro para Frankenstein representa un alejamiento consciente y deliberado de las convenciones establecidas del género de terror. Donde otras adaptaciones han buscado el sobresalto fácil o la espectacularidad visual, el director mexicano construye una narrativa que privilegia la profundidad emocional.

Oscar Isaac, en el papel de Victor Frankenstein, aporta una intensidad desesperada que recuerda a los grandes intérpretes del cine clásico. Su Victor no es el científico loco de las adaptaciones más comerciales, sino un hombre atormentado por las consecuencias de su ambición desmedida.

Isaac logra transmitir esa obsesión creativa que caracteriza a los grandes personajes trágicos del cine. Hay algo del Rotwang de Metrópolis en su mirada febril, del Sebastian de Blade Runner en su desesperación por jugar a ser Dios.

Jacob Elordi, por su parte, ofrece una interpretación de la Criatura que resulta devastadoramente humana. Lejos de los gruñidos y la gesticulación exagerada que han caracterizado a muchas versiones anteriores, Elordi encuentra en su personaje una vulnerabilidad que nos obliga a replantear nuestras simpatías.

Su trabajo evoca la tradición de los grandes monstruos cinematográficos que despiertan nuestra compasión: el King Kong de Merian C. Cooper o el Edward Scissorhands de Tim Burton. Aunque debo señalar que en ocasiones su interpretación roza la autocompasión, un riesgo inherente a esta aproximación más humanizada del personaje.

La Maestría Visual de Del Toro

Como era de esperar en una obra de Guillermo del Toro, el apartado visual de esta Frankenstein constituye un festín para los sentidos. El director, que ya nos había demostrado su dominio de la estética gótica en obras como El Laberinto del Fauno o La Forma del Agua, despliega aquí toda su maestría en la creación de atmósferas.

La fotografía y el diseño de producción construyen un universo visual que dialoga directamente con los grandes clásicos del cine gótico. Hay ecos del expresionismo alemán en la composición de los encuadres, reminiscencias del Drácula de Coppola en el uso del color.

Una sensibilidad contemporánea actualiza estos referentes sin traicionarlos. Recuerdo la primera vez que vi El Gabinete del Doctor Caligari en una sala de cine; esa misma sensación de estar ante algo sublime y perturbador a la vez se repite aquí.

La puesta en escena de Del Toro privilegia la sugerencia sobre la mostración explícita, una decisión que eleva considerablemente el nivel artístico de la propuesta. En una época en la que el cine de género tiende hacia la saturación visual y los efectos digitales desmedidos, esta Frankenstein recupera el poder de la imagen cinematográfica como vehículo de emociones complejas.

Más Allá del Horror: Una Reflexión sobre la Condición Humana

Lo que distingue verdaderamente a esta adaptación es su capacidad para trascender los límites del género de terror y convertirse en una meditación profunda sobre temas universales. Del Toro reenmarca la historia clásica como una exploración de la paternidad fallida, del abandono y de la búsqueda desesperada de conexión humana.

La película se pregunta qué significa ser humano en un mundo que a menudo niega esa humanidad a quienes considera diferentes. La Criatura de Elordi no es un monstruo en el sentido tradicional, sino un ser que busca desesperadamente su lugar en un mundo que lo rechaza desde el momento de su creación.

Esta aproximación recuerda a los grandes dramas psicológicos del cine clásico, donde los conflictos externos servían como metáfora de las luchas internas de los personajes. Hay algo del Bergman de Gritos y Susurros en la forma en que Del Toro explora las relaciones familiares disfuncionales.

También encuentro ecos del Kubrick de Barry Lyndon en su tratamiento de la ambición humana y sus consecuencias. Aunque, siendo honesto, Del Toro no alcanza la frialdad clínica de Kubrick, algo que en este caso funciona a favor de la propuesta.

El Reparto Coral y las Interpretaciones

Junto a Isaac y Elordi, el reparto se completa con Mia Goth, una actriz que ha demostrado en trabajos recientes su capacidad para navegar entre el cine de autor y el género fantástico. Su presencia aporta una dimensión adicional a la narrativa, creando un triángulo emocional que enriquece la propuesta dramática.

La dirección de actores de Del Toro demuestra una vez más su capacidad para extraer interpretaciones matizadas de sus intérpretes. Cada personaje está construido con la complejidad psicológica que caracteriza a los grandes dramas cinematográficos.

Se aleja así de los estereotipos que suelen poblar las películas de género. Es precisamente esta atención al detalle interpretativo lo que separa a los grandes directores de los meros artesanos del entretenimiento.

Una Obra para Nuestro Tiempo

En el contexto actual del cine de Netflix, esta Frankenstein representa una apuesta arriesgada y necesaria. Frente a la tendencia hacia el entretenimiento inmediato y la gratificación instantánea, Del Toro propone una obra que exige del espectador una participación activa y reflexiva.

La película funciona como un espejo de nuestras propias ansiedades contemporáneas: el miedo al abandono, la búsqueda de identidad en un mundo fragmentado, y la responsabilidad que conlleva el acto de crear. En este sentido, la obra trasciende su condición de adaptación literaria para convertirse en un comentario sobre la condición humana en el siglo XXI.

Aunque debo reconocer que en ocasiones el simbolismo se vuelve algo evidente, un defecto menor en una propuesta que aspira a la trascendencia.


Guillermo del Toro ha logrado con esta Frankenstein lo que pocos cineastas consiguen: crear una obra que honra su fuente literaria mientras aporta una visión personal y contemporánea. No se trata simplemente de una adaptación más del clásico de Mary Shelley, sino de una reinterpretación que encuentra nuevos significados en una historia que creíamos conocer completamente.

En un panorama cinematográfico a menudo dominado por la superficialidad y el efectismo, esta película se erige como un recordatorio del poder del cine como arte y como vehículo de reflexión profunda.

Del Toro demuestra una vez más que el género fantástico, en manos de un verdadero artista, puede alcanzar las cotas más elevadas de la expresión cinematográfica. Esta Frankenstein no es solo una película de terror; es una obra de arte que perdurará mucho más allá de su estreno en la plataforma digital.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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