Cillian Murphy dice no a Voldemort y sí a la verdad incómoda

Tras Oppenheimer, Murphy elige “Steve” y rechaza Voldemort: autenticidad, ética y cine como espejo social. Método Loach y riesgo creativo real.

✍🏻 Por Alex Reyna

octubre 4, 2025

• Murphy regresa al cine independiente con «Steve», adaptando la novela «Shy» de Max Porter y explorando la crisis del sistema educativo británico de los años 90.

• Su metodología de rodaje, inspirada en Ken Loach, funciona como un algoritmo emocional que prioriza la autenticidad sobre la eficiencia comercial.

• El rechazo a interpretar a Voldemort confirma una filosofía artística que me resulta esperanzadora: elegir proyectos que amplíen la conversación social antes que el patrimonio personal.

Hay algo fascinante en observar cómo un actor navega entre los extremos del espectro cinematográfico, como un piloto de la Alianza Rebelde eligiendo misiones por convicción antes que por recompensa. Cillian Murphy, tras conquistar el mundo con «Oppenheimer», podría haberse perdido en el laberinto de las superproducciones hollywoodienses. Sin embargo, su siguiente movimiento revela algo más profundo sobre la naturaleza del arte y la responsabilidad creativa.

En una industria obsesionada con capitalizar el éxito inmediato, Murphy elige un camino diferente: «Steve», un drama íntimo para Netflix que explora los rincones más oscuros del sistema educativo británico. Es una decisión que me recuerda a esos momentos en Blade Runner donde Deckard debe elegir entre lo fácil y lo correcto. Como si fuera un experimento social envuelto en narrativa cinematográfica.

El Peso de las Decisiones Creativas

Existe una línea invisible que separa a los actores que persiguen el éxito comercial de aquellos que buscan algo más trascendente. Murphy parece haber encontrado su lugar en esa frontera, utilizando el capital simbólico ganado con «Oppenheimer» para explorar territorios más arriesgados.

Me detengo a pensar en esto porque es exactamente el tipo de decisión que tomaría Paul Atreides: usar el poder no para acumularlo, sino para transformar el sistema desde dentro.

«Steve» no es casualidad. Basada en la novela «Shy» de Max Porter, la película traslada el foco narrativo del estudiante original al director del centro, interpretado por Murphy. Es una decisión que revela una comprensión profunda de cómo funciona la adaptación cinematográfica.

No se trata de trasladar literalmente, sino de encontrar el corazón emocional de la historia. Como esos momentos en Her donde el sistema operativo evoluciona más allá de su programación original.

La película se sitúa en una escuela de reforma de mediados de los años 90, un contexto que Murphy describe como fundamental para entender las crisis actuales del sistema educativo. «Son los custodios de la próxima generación, y nadie habla realmente de ello», reflexiona el actor.

Es una observación que me hace pausar, como hice con Arrival. Estas instituciones funcionan como ecosistemas cerrados donde se moldea el futuro, pero raramente cuestionamos sus algoritmos internos.

La Metodología de la Autenticidad

Lo más revelador del proceso creativo de Murphy es su decisión de adoptar las técnicas de Ken Loach. Durante el rodaje, mantuvo separados a los actores jóvenes del reparto adulto, creando una tensión natural que se traduce en pantalla.

Es una aproximación que me fascina desde mi perspectiva de ingeniero: crear condiciones reales para obtener emociones genuinas. Como si estuviera programando un sistema donde las variables humanas generan resultados impredecibles pero auténticos.

Esta metodología cobra especial relevancia cuando Murphy aborda el tema de la adicción de su personaje. «No quería de ninguna manera glamourizar el puto horror real de esa enfermedad», declara con una franqueza que corta cualquier romantización.

Es una postura ética que trasciende la interpretación y se convierte en responsabilidad social. Me recuerda a la forma en que Villeneuve abordó la adicción en Blade Runner 2049: sin juicios, pero con una honestidad brutal sobre sus consecuencias.

El proceso de casting también revela esta obsesión por la autenticidad. Tres mil quinientos niños fueron audicionados para la película, un número que habla de la búsqueda exhaustiva de verdad emocional.

No se trata solo de encontrar actores competentes, sino de capturar algo más esquivo: la esencia de una generación perdida en los márgenes del sistema.

El Rechazo del Espectáculo Vacío

Quizás lo más significativo sea lo que Murphy rechaza. Su negativa rotunda a interpretar a Voldemort en el reboot de «Harry Potter» para HBO no es solo una decisión profesional, es una declaración de principios.

En una industria que tiende a encasillar a los actores en arquetipos rentables, Murphy elige la complejidad sobre la comodidad. Es como si hubiera aprendido la lección de Anakin Skywalker: el poder sin propósito conduce inevitablemente al lado oscuro.

Esta decisión cobra más peso cuando consideramos el momento de su carrera. Tras «Oppenheimer», cualquier estudio le abriría las puertas para proyectos multimillonarios.

Sin embargo, Murphy parece más interesado en explorar qué nos dice el cine sobre nosotros mismos como sociedad. Una filosofía que me resulta profundamente familiar: usar el entretenimiento como vehículo para ideas más profundas.

Su breve participación en «28 Years Later» también sugiere una aproximación selectiva al género. No se trata de rechazar el espectáculo, sino de elegir proyectos que aporten algo más que efectos visuales.

La Responsabilidad del Narrador

Murphy entiende algo fundamental sobre el poder del cine: cada proyecto es una oportunidad de influir en la conversación social. «Steve» no es solo un drama sobre educación, es una reflexión sobre cómo las instituciones moldean (o destruyen) a las personas que pasan por ellas.

Me quedo pensando en esto durante días, como me pasó con Her. ¿Qué responsabilidad tenemos los que contamos historias? ¿Cómo equilibramos entretenimiento y mensaje sin caer en el didactismo?

La elección de rodar en secuencia, otra técnica heredada de Loach, permite que la evolución emocional del personaje sea orgánica. Es una decisión que prioriza la verdad psicológica sobre la eficiencia productiva.

Algo cada vez más raro en una industria obsesionada con los plazos y presupuestos. Como si Murphy hubiera diseñado un algoritmo emocional que funciona en tiempo real.

Esta aproximación metodológica revela una comprensión profunda de cómo funciona la memoria emocional. Al igual que en Arrival, donde cada revelación cambia nuestra percepción de lo anterior, «Steve» construye su impacto a través de la acumulación gradual de pequeñas verdades.

El Futuro de las Decisiones Conscientes

La trayectoria post-«Oppenheimer» de Murphy sugiere un modelo alternativo de éxito en Hollywood. No se trata de maximizar ingresos o exposición mediática, sino de construir un legado artístico coherente.

Es una aproximación que me recuerda a los grandes visionarios de la ciencia ficción: cada proyecto debe justificar su existencia más allá del entretenimiento inmediato.

Su trabajo como coproductor a través de Big Things Film también indica una evolución hacia el control creativo total. No es suficiente con interpretar personajes interesantes; Murphy quiere participar en la selección de las historias que merecen ser contadas.

Esta evolución profesional refleja una madurez artística que trasciende la interpretación. Murphy se está convirtiendo en un curador de narrativas, alguien que entiende que el cine tiene el poder de cambiar perspectivas y, por tanto, realidades.

Como esos personajes de Dune que aprenden a ver el futuro no para controlarlo, sino para navegar hacia el mejor resultado posible.

La conversación con Murphy revela algo esperanzador sobre el futuro del cine: todavía existen creadores dispuestos a priorizar la sustancia sobre el espectáculo. En una época donde las franquicias dominan las salas y los algoritmos dictan el contenido, su elección de «Steve» se siente casi revolucionaria.

Es un recordatorio de que las mejores historias no siempre son las más ruidosas, sino las que se quedan contigo días después de verlas. Como esas películas que te obligan a pausar para apuntar una frase o que generan conversaciones que se extienden mucho más allá de los créditos finales.

El trabajo de Murphy sugiere que el cine sigue siendo capaz de funcionar como espejo social. Y quizás, en estos tiempos de ruido constante, esa capacidad de reflexión pausada sea exactamente lo que necesitamos para no perder el rumbo entre las galaxias.


Sobre Alex Reyna

Mi primer recuerdo de infancia es ver El Imperio Contraataca en VHS. Desde entonces, la ciencia ficción ha sido mi lenguaje. He montado Legos, he visto Interstellar más veces de las que debería, y siempre estoy buscando la próxima historia que me vuele la cabeza. Star Wars, Star Trek, Dune, Nolan… si tiene naves o viajes temporales, cuenta conmigo.

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