• The Conjuring: Last Rites ha destronado a Sinners como la película de terror más taquillera de 2025, alcanzando los 400 millones de dólares frente a los 366,7 millones de su rival.
• La victoria del dinero sobre la crítica: mientras Sinners arrasaba en valoraciones (97% críticos, 96% audiencia), The Conjuring se impuso gracias a su marca consolidada y menor presupuesto.
• Este duelo demuestra que en el terror actual conviven dos estrategias ganadoras: la innovación creativa de alto riesgo y la fórmula probada de las franquicias establecidas.
El año 2025 está siendo testigo de una batalla épica en el género del terror que me tiene absolutamente fascinado. No es habitual ver dos películas de miedo compitiendo codo a codo por el trono de la taquilla mundial, y menos aún cuando representan filosofías tan diferentes del cine de género.
Por un lado, tenemos la apuesta arriesgada y creativa; por otro, la máquina bien engrasada de una franquicia consolidada. Es como ver a David contra Goliat, solo que esta vez David también tiene músculos y un presupuesto de 90 millones.
Los números que estoy viendo este año me recuerdan por qué el terror sigue siendo uno de los géneros más rentables de Hollywood. Cuando una película puede multiplicar por cuatro su inversión inicial y otra por más de siete, estamos ante un fenómeno que trasciende las simples preferencias del público.
El cambio de guardia en la cima del terror
Durante meses, Sinners parecía tener asegurado el título de película de terror más exitosa del año. La cinta dirigida por Ryan Coogler y protagonizada por Michael B. Jordan había conseguido algo que rara vez vemos: el equilibrio perfecto entre éxito comercial y reconocimiento crítico.
Con 366,7 millones de dólares recaudados mundialmente y un presupuesto de 90 millones, Sinners demostró que el público estaba hambriento de propuestas frescas en el género. Sus cifras en Rotten Tomatoes eran sencillamente espectaculares: 97% de aprobación entre críticos y 96% entre audiencias.
Números que cualquier estudio soñaría con conseguir, y que probablemente hicieron que más de un ejecutivo se preguntara por qué no habían apostado por el proyecto desde el principio.
Pero el 3 de septiembre llegó The Conjuring: Last Rites, y con ella, un recordatorio de que en taquilla no siempre ganan los más aclamados. La nueva entrega de la saga protagonizada por Patrick Wilson y Vera Farmiga ha conseguido destronar a Sinners con una recaudación que ronda los 400 millones de dólares.
Los números cuentan una historia fascinante
Cuando analizo las cifras de ambas películas, veo dos estrategias completamente diferentes que han funcionado a la perfección. Sinners apostó fuerte por el mercado doméstico estadounidense, donde consiguió el 76% de su recaudación total.
Una estrategia arriesgada que demostró la confianza del estudio en conectar con el público local. Es como apostar todo al rojo en la ruleta: o sales triunfante o te quedas sin nada.
The Conjuring: Last Rites, por el contrario, siguió la receta clásica de las franquicias globales. Con 151,2 millones en territorio doméstico (37,8% del total) y 248,8 millones en mercados internacionales (62,2%), la película demostró el poder de una marca reconocida mundialmente.
El presupuesto también cuenta una historia interesante. Mientras Sinners necesitó 90 millones para materializarse, The Conjuring se las arregló con apenas 55 millones. Esto significa que la nueva entrega de la saga ha multiplicado su inversión por más de siete, una rentabilidad que hace que cualquier ejecutivo de estudio se frote las manos.
La paradoja de la calidad frente al éxito comercial
Lo que más me llama la atención de esta batalla es cómo ilustra una de las paradojas más fascinantes de la industria cinematográfica. The Conjuring: Last Rites ha triunfado en taquilla a pesar de tener unas valoraciones considerablemente más bajas: 59% entre críticos y 78% entre audiencias en Rotten Tomatoes.
Esta diferencia de casi 40 puntos en la valoración crítica respecto a Sinners nos habla de algo que llevo años observando: el público no siempre busca la excelencia artística cuando va al cine.
A veces, simplemente quiere la comodidad de lo conocido, la garantía de que va a vivir una experiencia familiar dentro de un universo que ya conoce y aprecia. Es como elegir entre un restaurante con estrella Michelin desconocido y tu pizzería de confianza un viernes por la noche.
No estoy diciendo que una estrategia sea mejor que otra. Ambas películas han demostrado que hay espacio para diferentes aproximaciones al género del terror.
El contexto del mercado global del terror
Estos resultados hay que enmarcarlos en un momento especialmente interesante para el cine de terror. El género está viviendo una época dorada, con audiencias cada vez más sofisticadas que demandan tanto innovación como nostalgia.
La industria ha aprendido que el terror funciona porque ofrece algo que otros géneros no pueden: una experiencia emocional intensa a un coste relativamente bajo. Ambas películas, cada una a su manera, han sabido capitalizar esta realidad.
Sinners ha demostrado que el público está dispuesto a apostar por voces autorales dentro del género, especialmente cuando vienen respaldadas por talentos reconocidos como Coogler y Jordan.
The Conjuring: Last Rites, por su parte, confirma que las franquicias bien construidas tienen una longevidad comercial envidiable. Es la diferencia entre ser el nuevo grupo de moda y ser Los Rolling Stones: ambos pueden llenar estadios, pero por razones muy diferentes.
Lecciones para la industria
Como analista, veo en estos resultados varias lecciones importantes para los estudios. Primera: el terror sigue siendo uno de los géneros más rentables del cine actual. Segunda: hay espacio tanto para la innovación como para la continuidad de franquicias establecidas.
La diferencia en las estrategias de distribución también es reveladora. Mientras Sinners se centró en conquistar el mercado doméstico, The Conjuring apostó por una distribución global más equilibrada.
Ambas estrategias han funcionado, pero la segunda ha demostrado ser más efectiva en términos de recaudación total. El presupuesto también juega un papel crucial: The Conjuring ha conseguido más dinero invirtiendo menos, lo que demuestra la eficiencia de trabajar con fórmulas probadas.
Estamos ante un momento fascinante para el cine de terror, donde los números demuestran que no hay una única fórmula para el éxito. The Conjuring: Last Rites puede haber conquistado la cima de la taquilla, pero Sinners ha ganado algo igual de valioso: el reconocimiento como una obra que perdurará en el tiempo.
Al final, ambas películas han salido victoriosas de esta batalla, cada una en su propio terreno. La industria del entretenimiento necesita tanto películas que empujen los límites creativos como aquellas que ofrezcan la comodidad de lo familiar.
Este duelo nos recuerda que el éxito en taquilla puede medirse de muchas maneras, y que a veces, la verdadera victoria está en demostrar que hay espacio para todos en el oscuro pero lucrativo mundo del cine de terror.