Josh Brolin ARRUINÓ medio día de Los Goonies… y cambió el cine para siempre

Josh Brolin revela cómo sus nervios en Los Goonies reflejan la autenticidad creativa. Richard Donner transformó imperfecciones en virtudes memorables.

✍🏻 Por Tomas Velarde

agosto 9, 2025

• Josh Brolin confiesa que los nervios del primer día de rodaje de Los Goonies le hicieron reír incontrolablemente, arruinando media jornada de filmación.

• La dirección de Richard Donner demuestra una vez más su capacidad para extraer naturalidad de actores noveles, convirtiendo las imperfecciones en virtudes narrativas.

• Esta confesión tardía revela la humanidad que se esconde tras las grandes interpretaciones y la importancia del proceso creativo por encima del resultado inmediato.

Hay algo profundamente revelador en escuchar a Josh Brolin reflexionar sobre sus primeros pasos cinematográficos. En una industria obsesionada con proyectar una imagen de profesionalidad imperturbable, resulta refrescante encontrar testimonios que nos devuelven a la esencia humana del oficio.

Los Goonies representó para Richard Donner la oportunidad de demostrar, una vez más, esa intuición directorial que ya había desplegado en Superman. Como los grandes maestros del Hollywood clásico, Donner poseía esa capacidad innata para ver más allá de las apariencias y extraer lo mejor de cada intérprete.

En una reciente entrevista con GamesRadar, Brolin ha ofrecido una confesión que destila la honestidad que tanto escasea en las declaraciones habituales de la industria: «Estaba nervioso. Arruiné la primera media jornada de filmación porque me reía puramente por los nervios. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo».

Esta declaración adquiere especial relevancia cuando consideramos el contexto. Con Steven Spielberg como productor ejecutivo y Donner dirigiendo, el proyecto contaba con el respaldo de dos titanes. Para un actor novato, semejante despliegue debía resultar intimidante.

Sin embargo, lo verdaderamente notable no reside en el reconocimiento de sus nervios iniciales, sino en la perspectiva que el tiempo le ha otorgado. «Lo pasamos bien. No sé si cambiaría algo», declara con la serenidad de quien ha aprendido a valorar los procesos creativos.

Me viene a la memoria la anécdota de Hitchcock dirigiendo a actores noveles en Los pájaros. El maestro del suspense sabía que la tensión natural de los intérpretes inexpertos podía canalizarse hacia la credibilidad del personaje. Donner, con similar intuición, supo aprovechar esa autenticidad inicial.

El personaje de Brand encajaba perfectamente con las características de Brolin. Donner construyó la química entre los jóvenes intérpretes como uno de los pilares fundamentales de la película, algo que recuerda a la dirección coral de George Stevens en sus mejores trabajos.

Es precisamente esa autenticidad en las relaciones lo que ha permitido que Los Goonies trascienda las décadas. La película no se sostiene únicamente por sus secuencias de aventuras, sino por la credibilidad de un grupo que realmente parece conocerse.

Los nervios iniciales de Brolin contribuyeron, paradójicamente, a crear esa atmósfera de naturalidad que impregna toda la cinta. Como en el mejor cine clásico, las imperfecciones se transformaron en virtudes narrativas.

La reflexión del actor sobre lo que le diría a su yo más joven resulta igualmente esclarecedora: simplemente, que se relajase. Esta aparente sencillez encierra una profunda sabiduría sobre el proceso creativo. En el cine, la tensión excesiva puede convertirse en el peor enemigo de la espontaneidad.

Décadas después, Los Goonies continúa conquistando nuevas generaciones. Su permanencia habla de la solidez de un guión que Chris Columbus construyó con precisión de relojero e imaginación de soñador.

Donner logró capturar algo que trasciende el mero entretenimiento: esa sensación de pertenencia, de aventura compartida, de secretos que unen para siempre. En ese tapiz emocional, la interpretación de Brolin encontró su lugar perfecto.

Recuerdo las palabras de Billy Wilder sobre la importancia de los «accidentes felices» en el rodaje. Los nervios de Brolin se convirtieron en uno de esos accidentes que enriquecen el resultado final.

El testimonio nos recuerda que detrás de cada gran interpretación hay un ser humano enfrentándose a sus propias inseguridades. Su honestidad al reconocer aquellos nervios no hace sino engrandecer tanto su figura como la de una película que supo convertir las imperfecciones en virtudes.

En una industria obsesionada con la perfección técnica, Los Goonies nos enseña que a veces son precisamente esas pequeñas grietas las que permiten que entre la luz. La dirección de Donner, heredera de la mejor tradición hollywoodiense, supo canalizar la humanidad de sus intérpretes hacia algo más grande.

Quizás sea esa la verdadera lección: que el cine, en su esencia más pura, no trata de eliminar la humanidad de sus intérpretes, sino de canalizarla. Y en ese proceso, incluso los nervios del primer día pueden convertirse en el recuerdo más preciado de toda una carrera.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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